Ríete, pero es verdad.
La edad del pavo en que todo "mola" se pasa. Ya se nos está pasando, ¿nadie se da cuenta? Llega selectivo, los agobios, elegir universidad (¡y algunos aún tenemos que decantarnos por una carrera!), las prisas, las despedidas, primeros trabajos, parejas fijas, facturas.... y cuando quieres darte cuenta: ¡Bang! ¡Ya eres mayor!
Adiós a las discotecas, las salidas, la espontaneidad, las quedadas nocturnas, tirarse por la calle, la excusa de la edad... ¡Es una locura!
Yo quiero quedar con mis amigos y que nos hagamos una foto en el banco del parque, poder tirarme en la hierba, bañarme en el río, comer napolitanas, pedir una cerveza y sentirme mayor. Me encanta escuchar música por la calle y hacer los deberes a prisa y corriendo, ir a la biblioteca y sentirme pequeña, que me echen años de más y sorprenderles con la real, poder ponerme la ropa que quiera, colgarme del teléfono con una amiga, tener independencia controlada.
Lo "mítico", lo que cambió con el tiempo, por lo que se nos critica. Pero que si no hiciéramos...seríamos todos adultos desde los 9 años y, la verdad, los 17 son una edad muy buena.
lunes, 22 de febrero de 2010
jueves, 18 de febrero de 2010
Shel Silverstein
jueves, 11 de febrero de 2010
Un corazón que vive en Madrid
Multitudes que vienen, multitudes que van, pero jamás permanecen.
El aire corre por sus calles, como las historias que en ellas se viven.
Las tiendas siempre vestidas con sus mejores galas para quien quiera entrar a mirar. Y todas las noches un espectáculo. Arte. Mujeres sentadas en el bordillo de la acera por el dolor de pies. Por tanto andar, de tanto ver...
Unas hojas se tiñen de verde en los árboles del retiro. Más historias pasadas, y risas, y anhelos, y promesas rotas y quizás alguna cumplida... Una moto que pasa rápida, y el ruido del motor al acelerar por la Gran vía.
En otro lugar un guiño a la Cibeles que pasa desapercibido; una señal de gratitud, o una petición de suerte.
Distinta historia. Esa sonrisa que tanto se conoce, tanto se ve, la de sueños que se pueden cumplir, de admiración...aquella que señala el principio de todo lo bueno.
Ahora un toque ágil al sombrero para saludar al oso que custodia la plaza, y la calle oscura da paso a un rectángulo perfectamente iluminado. Un recuerdo de la primera vez que estuviste allí... De las miles de razones que encontraste para no irte...
Y otra vuelta. Otro lugar. La vista desde el cielo. De la gente que llega para cambiar, de los que se van para no regresar. Dos pensamientos muy distintos, dos situaciones opuestas.
Bajo tierra. suena esa canción otra vez, un recuerdo, se abren las puertas, bajas... Como siempre: lleno, hora punta. Te escurres entre caras de prisa, caras largas, algunas de curiosidad, otras ausentes... sales a la calle. El olor a combustible te golpea la cara, un autobús de turistas. Te vuelves a jurar que algún día subirás a uno.
Vienen, van. Se llevan el aire, la anécdota, la coincidencia, la realidad... Y todo encaja en su lugar; quizás no te encuentres en el principio de la historia que esperabas, pero estás en el camino...
Y así pasa el tiempo. Un año más. Doce campanadas en un reloj con historia. Millares de salidas del ratoncito Pérez. Bastantes aviones, demasiados retrasos. Cenas hasta el amanecer. Historias que surgen. Coincidencias que te hacen ganar. Celebraciones. Pérdidas. Ganancias. Futuro. Pasado. Pero sobre todo, y en este momento aún más, presente.
Madrid.
El aire corre por sus calles, como las historias que en ellas se viven.
Las tiendas siempre vestidas con sus mejores galas para quien quiera entrar a mirar. Y todas las noches un espectáculo. Arte. Mujeres sentadas en el bordillo de la acera por el dolor de pies. Por tanto andar, de tanto ver...
Unas hojas se tiñen de verde en los árboles del retiro. Más historias pasadas, y risas, y anhelos, y promesas rotas y quizás alguna cumplida... Una moto que pasa rápida, y el ruido del motor al acelerar por la Gran vía.
En otro lugar un guiño a la Cibeles que pasa desapercibido; una señal de gratitud, o una petición de suerte.
Distinta historia. Esa sonrisa que tanto se conoce, tanto se ve, la de sueños que se pueden cumplir, de admiración...aquella que señala el principio de todo lo bueno.
Ahora un toque ágil al sombrero para saludar al oso que custodia la plaza, y la calle oscura da paso a un rectángulo perfectamente iluminado. Un recuerdo de la primera vez que estuviste allí... De las miles de razones que encontraste para no irte...
Y otra vuelta. Otro lugar. La vista desde el cielo. De la gente que llega para cambiar, de los que se van para no regresar. Dos pensamientos muy distintos, dos situaciones opuestas.
Bajo tierra. suena esa canción otra vez, un recuerdo, se abren las puertas, bajas... Como siempre: lleno, hora punta. Te escurres entre caras de prisa, caras largas, algunas de curiosidad, otras ausentes... sales a la calle. El olor a combustible te golpea la cara, un autobús de turistas. Te vuelves a jurar que algún día subirás a uno.
Vienen, van. Se llevan el aire, la anécdota, la coincidencia, la realidad... Y todo encaja en su lugar; quizás no te encuentres en el principio de la historia que esperabas, pero estás en el camino...
Y así pasa el tiempo. Un año más. Doce campanadas en un reloj con historia. Millares de salidas del ratoncito Pérez. Bastantes aviones, demasiados retrasos. Cenas hasta el amanecer. Historias que surgen. Coincidencias que te hacen ganar. Celebraciones. Pérdidas. Ganancias. Futuro. Pasado. Pero sobre todo, y en este momento aún más, presente.
Madrid.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)