lunes, 9 de noviembre de 2009

El recuerdo de la cortina de acero

11 de noviembre de 1989. Eran las 13 y 9 minutos de un sábado, el segundo día después de la caída del Muro de Berlín. Los periodistas estaban demasiado ocupados en mil historias relacionadas con la caída del Muro y estuvieron a punto de perderse este momento histórico en el que el exiliado ruso más famoso, Mstislav Rostropovich, resumía la alegría colectiva con la melancolía de su cello. Por un momento, los picos y los martillos se callaron para escuchar otro lenguaje más sutil.
El maestro llegó sin avisar, respondiendo a un instinto vital más que profesional, pero no había olvidado su instrumento, su cello, su vida. Ese 11 de noviembre de 1989, dos días después de que la presión popular de los alemanes del Este derribara el muro de Berlín, Rostropovich quiso unirse a la alegría popular y dio un concierto improvisado, junto al Checkpoint Charlie.
Después del homenaje del violonchelista a la libertad, el ruido de los martillos se reanudó, golpeando frenéticamente el Muro. Mstislav Rostropovich nunca había sido tan feliz



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